Confesiones
de un micrófono
Hace unos días,
encontrándome en un estudio de grabación en las primeras horas de la mañana, oí
un ruido extraño, como de alguien que se quejara; como quiera que estaba solo
en aquel sitio, comencé a buscar de dónde partían los gemidos. Después de mucho
buscar, me quedé sorprendido al ver que los lamentos partían de un micrófono
que se encontraba allí. Con natural curiosidad me acerqué a interpelarle. A mis
preguntas el micrófono me confesó que se encontraba harto de que abusaran tanto
de su nobleza, sobre todo porque era un ser indefenso. Me dijo: “Todos abusan
de mí porque me ven pequeño y saben que me tengo que tragar todo lo que digan,
echándome el aliento, que no siempre huele a rosas…”
Cuántos animadores, que
dicen que lo son, babosean ante mí,
gesticulando de una manera rarísima y queriendo hacer gracia al auditorio con
unas palabras sin gusto a costa del concursante que sube al escenario con la
esperanza de ganarse cualquier premio.
Locutores tengo ante mí al
cabo del día y la noche de los cuales ni los dientes se lavan: salvo muy
honrosas excepciones. Los hay muy malos, que escupen palabras irrespetuosas
hacia sus oyentes, chistes vulgares. Que no hablan, gritan. Con nada de modulación como lo exigen las
normas elementales de la locución. Ay, para mí es una tortura tener que
soportarlos. No entiendo cómo hay personas que los escuchan. No, y qué decir de
aquellos locutores que se creen cantantes y cortan las canciones originales
para ellos, en una espantosa desafinación, interpretarlas. No les da pena.
De cantantes no hablemos:
los hay que no tienen de eso ni el nombre y que ni siquiera tienen cuadratura
musical. Vienen a ponerse ante mí
muchos extranjeros que
tienen gran fama; sin embargo, por mi intermedio han oído a muchos colombianos
que son muy buenos pero que hoy en día se ven desplazados por una ola de esnobismo
que no sé a dónde nos llevará.
Cuántos locutores de
comerciales graban ante mí y la verdad es que están para mandarlos a vender
plátanos en el mercado. Si yo pudiera les diría que se dedicaran a otra cosa.
Empero, escucho a otros muy buenos que, las más de las veces, se encuentran sin
trabajo, mientras que los malos a que me refiero lo tienen a causa del
favoritismo.
Y cuántos locutores y
comentaristas deportivos me ensordecen con sus gritos y casi me destemplan y me
hacen distorsionar. De todo esto seguiría hablando, pero ahora va a venir el
técnico para llevarme de aquí y si me oye en el uso de la palabra es probable
que me archiven por inservible porque dirá que tengo “hum”…
Y eso fue lo que me confesó
un micrófono, lamentándose de su mala suerte, una mañana que me encontraba solo
en un estudio de grabación. #DiaMundialDeLaRadio
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