domingo, 17 de febrero de 2013

Benny Moré, hoy como ayer 50 años después.


Benny Moré,
hoy como ayer 50 años después.
Por: Víctor González Solano (*)



Los héroes mueren jóvenes.
Nicolás Guillén




La primera vez que escuché al Benny Moré fue en la casa de mi tía Rosa. Ella tenía un radio Philips que, cuando no estaba sintonizado en Emisora Riomar para escuchar las radionovelas,   estaba sintonizado en  Radio Reloj para escuchar música. Aquella canción que sonó con el clásico ruido del "scratch" de los discos de vinilo de la época, me produjo algo de nostalgia. Era un bolero, que aun hoy, me produce lo mismo. La voz de aquel cantante tenía magia y  era como si Dios cantara a través de él.  A pesar de mi corta edad aquellas canciones me gustaban. Cuando terminó la canción, el locutor de turno, con voz grave, anunció el nombre del tema y su interprete: “Acabamos de escuchar al Bárbaro del ritmo, al cubano Benny Moré con el tema de Ernesto Duarte Como fue”. Desde aquel momento Benny se quedó para siempre en mi gusto musical.

Ya musicólogos, biógrafos, periodistas, cineastas y hombres de cabellera plateada han descrito con exceso todo cuanto al parecer podría ser la síntesis de ese fenómeno musical. De ahí que no pretendamos consignar nada que posiblemente no haya sido dicho ni mucho menos sentar cátedra, ni dogmas de fe. Tan solo queremos rendir un homenaje a quien se marchó hace medio siglo pero que nos sigue deleitando a través de su cubanía, su sabor, su música.

Gracias a esos documentos fílmicos en blanco y negro y a la descripción exacta de quienes tuvieron la dicha de conocerle y disfrutarle sabemos que en verdad era un bárbaro. Que en el escenario se entregaba, que su gracia era inigualable, como inigualable era su forma para dirigir a los muchachos de su banda gigante, de su tribu, a sus “babies”.  El Benny revolucionó la manera de dirigir y hacer música en la Cuba de su época con su estilo único, compuesto de ese toque mágico, de esa alquimia de movimientos, expresiones y gritos suigéneris entre todos los músicos del Caribe. Sin embargo, son muchos los músicos y cantantes modernos en quienes es fácil advertir rasgos notorios del estilo empleado por el hijo de Santa Isabel de las Lajas, que  no leía ni escribía música, pero que era un genio en lo musical.




A las siete de la mañana  del domingo 24 de agosto de 1919, en el populoso barrio de Pueblo nuevo de la ciudad de Santa Isabel de las Lajas (Provincia de Cienfuegos), en el centro de Cuba, de las entrañas de Virginia Secundina Moré, como parto prodigioso, surgió Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez,  descendiente de un rey Congo.

El Benny estudió su primaria en la Escuela de instrucción pública José de la Luz y Caballero. Desde muy niño trabajó. Lo hizo como vendedor de hierbas medicinales,  frutas y verduras. Luego se empleó como cortador de caña. Aquellos sueldos le permitieron ahorrar para comprar su primera guitarra. A partir de ese momento la música, como un demonio, se le mete en el cuerpo y el espíritu. Comienzan entonces sus andadas por bares y cantinas donde deleitaba a los borrachitos que al final le llenaban el sombrero de monedas y billetes. También en muchas ocasiones fue expulsado de los sitios nocturnos de la elite habanera por el color de su piel. Aquella humillación poco le afectó.  El Benny quería más y  por eso  decide presentarse en el programa  La corte suprema del arte  de la emisora CMQ, donde realizaban un concurso para aficionados del canto. A pesar de que en su primera presentación la campana que descalificaba al concursante sonó antes de que el Benny terminara su primera estrofa, esto no fue motivo para no probar de nuevo. Días más tarde, en su segundo intento,  logró el primer lugar. El Conjunto Cauto, que dirigía el tresero Manuel Mozo Borgellá,  lo reclutó y lo paseó por diferentes sitios nocturnos de la Habana.




Miguel Matamoros, director del Conjunto Matamoros, se indispuso horas antes de una presentación. Siro, integrante del conjunto, que conocía a Benny Moré, le sugiere a Miguel que lo llame para que lo remplace aquella noche. Benny, por supuesto, se sobra en su presentación y Matamoros queda gratamente impresionado, hasta el punto de dejarlo como cantante de planta. Su vinculación con el Conjunto Matamoros sería por varios años. Con este grupo se da su inicio como cantante profesional. Sus primeras grabaciones con Matamoros fueron Penicilina, de Alberto Valdés; Malos vecinos y Ofrenda criolla, de Miguel Matamoros, y Mexicanita, de Nené Enrizo. Cuando Benny escuchó por primera vez su voz  en una grabación quedó muy sorprendido.

A mediados del año 1945 el conjunto Matamoros viaja a México para varias presentaciones. Estando en México, Rafael Cueto, otro de los integrantes del grupo, le sugiere al Benny que se cambie el nombre ya que Bartolomé no es nada artístico y además, en México llamaban Bartolo a los burros. Entonces decide llamarse Benny en homenaje al famoso clarinetista Benny Goodman a quien el bárbaro admiraba. El conjunto Matamoros regresa a Cuba pero Benny se queda en México donde hace inolvidables presentaciones en los sitios de diversión más famosos. Igualmente graba varios discos con orquestas como las de Dámaso Pérez Prado, Rafael De Paz, Chucho Rodríguez  y Mariano Mercerón. Es México, sin lugar a dudas, el país que lo lleva al pináculo de la fama.

Cuando regresa a Cuba, en 1950, ya era famoso en varios países de Latinoamérica. Sin embargo, en su tierra era poco conocido.  Con el tema “Bonito y sabroso” conquista a sus paisanos y se reafirma como esa gran estrella que hasta el día de hoy sigue iluminando el universo musical de Cuba y todo el Caribe.
Benny cantó por muchos años con la orquesta de Ernesto Duarte, quien no lo llevaba a las actuaciones de  los sábados y domingos. Aquello llenó de desconfianza al Benny quien descubre que el motivo por el cual Duarte no lo lleva  los fines de semana es por su condición de negro. La ira y el dolor se apoderan de él  y decide  irse de la orquesta y así fundar su propia banda. Nace entonces La banda gigante.

El 3 de agosto de 1953, La banda gigante  debuta en el reconocido programa Cascabeles Candado, de la CMQ Radio. Y comienza el lajero a escribir  su propia historia como músico independiente. Giras por muchos países, reconocimientos por montón, pero nada de aquello permitió que su humildad, desconectada por completo de falsas modestias,  cambiara.
Si bien  no grabó con la Sonora Matancera, porque según Leonardo Acosta al Benny la Sonora nunca le había sonado, hay quienes manifiestan que sí cantó con ella. Hay testimonios de muchos de los integrantes del conjunto de Rogelio que lo afirman, inclusive, su compadre y amigo Chocolate Armenteros lo corrobora.

El color de su piel le impidió entrar a los salones de la alta sociedad cubana. Hasta los grupos culturales y letrados de afro descendientes   lo rechazaron por considerarlo una mala imagen de su raza. Pero el Benny se abrió camino por sí solo, con mucho empeño, sabrosura, criollismo y, sobre todo, mucha humildad. 



Sus largas jornadas nocturnas lo llevan a alimentarse mal y a consumir mucho licor. Aquello hizo mella en su salud hasta el punto de  adquirir una cirrosis hepática que se lo llevó de este mundo a las 9:15 de la noche del martes 19 de febrero de 1963. Aquel día llenó de tristeza al pueblo cubano, una tristeza que, después de medio siglo,  permanece en el aire de la Isla de Martí, una tristeza que no se apaga ni con las canciones del mismo Benny. Su tumba fue declarada en el 2009 Monumento Nacional y en ella se lee, a manera de epitafio, una frase de la canción que dedicó a su villa natal: "Benny Moré, Lajas, mi rincón querido, pueblo donde yo nací”.




A raíz de su temprano deceso el poeta Nicolás Guillen escribió: "...nace ahora en su muerte para no morir más el hombre a quien toda Cuba ha llorado ‘con lágrimas que mojan’, pero cuya voz suena como nunca, sin parar ni apagarse en el aire nuestro de cada día."

Hoy, después de 50 años de haberse detenido su corazón antillano, algunas personas cuentan que lo han visto pasearse en las noches habaneras por el Malecón, con sus   pantalones bataholas, sus zapatos de dos tonos, su sombrero alón y su bastón de latón. Cuando se  pregunta a quienes afirman haberlo visto que cómo es la cosa, solo te responden: “La verdad chico es que yo no sé como explicártelo, solo sé que el Benny, hoy como ayer,  sigue aquí, encantado de la vida”.

(*) Director y presentador del programa radial Viaje Latinoamericano. Vigoso@gmail.com




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