
Cerca del amor
El patio de la casa de la abuela,
como una fotografía de colores,
permanece en mi memoria.
Aun percibo los olores finos de los frutos
de robustos e imponentes árboles...
Mango, mamey, guayaba y limón.
Arboles que vestían de verde
todo el ambiente,
dejando escapar una sombra
que todos los días llegaba
para convertirse en la mejor compañía
de habitantes y visitantes
del viejo caserón.
Adornaban aquel paisaje, además de la ropa tendida,
alegres gallinas que escarbaban con afán
los manjares silvestres
y pájaros que con su cantar de cantares
llenaban de alegría cada rincón.
A lo lejos una larga cerca de troncos jóvenes,
artísticamente cortados por el abuelo,
surcaban el suelo
como fila de celosos guerreros
que cuidaban el amor y la sencillez
de vecinos y familiares.
Como me encantaba asomarme por esa cerca
y contemplar los patios ajenos
que eran igual de grandes y hermosos,
como el de la abuela.
Hoy, cuando la cerca yace enterrada en el tiempo,
paredes de rojos ladrillos e imposible altura
no solo separan los patios,
sino que sepultan para siempre
el amor y la sencillez
que en un pasado nos unieron.
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