CON SABOR A PORRRO
Por VÍCTOR GONZÁLES SOLANOAllí está el viejo Pablo Flórez. Sentado en su taburete de cuero con la guitarra en su regazo, contempla el paisaje de ‘La Floja’, la finca que permanece detenida en la pared de su casa. No se cansa de acariciar la guitarra y entre sorbo y sorbo de un hirviente tinto cerrero gime las palabras de una nueva canción.
¿Qué hace, maestro?
—Pariendo mijo, pariendo —contesta.
Con voz suave y pausada y una sonrisa en sus labios que transmite pureza, se dirige a no-sotros...—Hacer una canción es como parir. Se suda, se sufre y hasta se llora. Pero al final viene la alegría de lo creado, de lo nacido.
Pablito, como cariñosamente le llaman en Ciénaga de Oro, es un cronista vivo de su región. Por sus canciones desfilan personajes que han construido en su sencillez la historia de su tierra. Seres que son eternizados en el pentagrama. Él no ha permitido que sus tradiciones se pierdan, por eso de su lenguaje musical surgen palabras que relatan momentos, comidas, costumbres, paisajes y, por supuesto, bellas mujeres.—Cienaga de Oro es todo para mí. Aquí nací y aquí me quedo, dice el maestro Flórez haciendo uso de unas maneras que reflejan su apego al pueblo que lo vio nacer, reír, llorar, cantar y recoger pepitas de oro, aquel terruño que le ha inspirado muchas de sus canciones, una de las cuales enuncia su última voluntad:
“¡Ay! Cuando yo muera no me carguen luto,
que vaya una banda tras el cajón,
y una comparsa con vela y pito
y sobre la caja un bulto de ron”
De su mente no solo brotan porros, fandangos, cumbias, paseos, merengues, pasillos, rancheras y boleros, sino también un mundo mágico de palabras que se mezclan con un humor original que a la postre se convierten en fantásticas historias. Son piezas que embelesan, que hacen olvidar el paso del tiempo. Se sabe cuando una conversación con Pablo Flórez comienza, pero nunca cuándo termina. Tal vez por eso mucha gente lo imagina como un personaje garciamarquiano.
Pablo Flórez nació un 27 de junio de 1926, en medio del olor de los mangos y las piñas, del canto de los pájaros y las casaberas, de los guapirreos de un músico de banda. Aprendió a parrandear de la mano de Macario Flórez y Dolores Ramos. Cuando conoció a Antolín Lenes, a los hermanos Páez, Simón Mendoza, Juanito Oviedo y a Lucy González, supo que su vida era la música.
Él recuerda el día de fandango y corraleja en que a su corazón llegó la aventurera. “Esa mujer me embobó. Yo no sabía si venía o iba cuando pasaba por mi lado. El amor creció y de ese amor nació la canción. Mi mujer, por supuesto, no podía verla, ni oír la canción. Un día que el fogón en la casa estaba apagao y el hambre curucuteaba el estómago, salí a caminar por las calles para ver qué conseguía y un amigo me dijo que en la oficina de correo había un cheque para mí por las regalías de ‘La aventurera’. Lo reclamé y lo cambié por puras chinas y las llevé a la casa y las tiré en la mesa. Mi mujer puso cara de espanto y alegría y me pregunto: ¿Ajá, y esa plata de dónde salió? Me la dieron por ‘La aventurera’, le respondí. ¿Y sabes qué dijo mi mujer?: ‘Dios bendiga y mantenga con bien a esa muchacha".
“Si supiera que la quiero
volvería por esta tierra
al pueblo Ciénaga de Oro
donde tiene quien la quiera”.
Pero Pablo no solo ha cantado a la naturaleza, su tierra, sus mujeres y sus paisajes. El poeta del Sinú también ha sentado su voz de protesta por la violencia que azota su región. En el tema ‘La cumbia está herida’ Pablo es duro y nos muestra la realidad de una situación a la que sus ojos, su alma y su voz no podían ser indiferentes:
“Mis campos eran sanos, no estaban manchaos,
llegaron foráneos, con el gas en la mano.
La luna está roja será porque sufre
como ave en congoja que sube, que sube
al oír como suenan destapar metralletas
al inocente condenan
y nadie protesta... y nadie protesta”
La voz de un roble, uno que canta, y es que así se mantiene Pablo, de Vuelta arriba a Vuelta abajo, recordando a María basura, a Joseíto Mestre y a Josefa Zuleta, quienes despertaban momentáneamente de su locura al oír sus canciones. Allí está, metido en la voz de la cieguita Lucy y en el clarinete de Antolín. Comiendo cabeza e’ gato, casabe doblao con suero, arroz con coco con guiso e’pato, queso bien amasao con panela e’coco de Colomboy y yuca harinosa asá, mojá en asiento de chicharrón. Su vida transcurre con la tranquilidad y la alegría del que no debe nada; al contrario, la vida le debe a él. Ahí sigue Pablito al lado de sus hijos y sus dos mujeres, la niña Merce y su guitarra, con la que no sólo canta sus canciones sino también los boleros de Daniel Santos y los tangos de Gardel.
6 comentarios:
hola victor,
hoy sorprendida me encontré con tus poemas y revise tu blog
mis felicitaciones por todo tu que hecer en colombia... con más tiempo revisaré el resto de tus publicaciones.
saludos y un gusto saludarte, como te escribia en mi blog, es un gusto conocer gente de mi adorada colombia, soy chilena, pero tengo muy buenos amigos por allá
un abrazo y éxito
katha
Realmente sos una delicia escribiendo.
Desde ya agradezco tus versos en mi blog, es un gran privilegio poder leerte.
Tenès mi abrazo, Vìctor
gracias por exponer tus poemas en mis comentarios., saludos
escribes realmente lindo
gracias por tener la oportunidad de poder leerte
es un gusto encontrar bellos versos y te felicito por ese libro de poemas
que estes muy bien, besitos y felicitaciones por tu gran trabajo poeta
besos y sueños
Belo trabajo, Víctor!
Gracias por compartirlo con nosotros
http://argentinasenfotos.blogspot.com/
COn el permiso del autor dejo ese blog para q visiten saludos
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